Capítulo XII. El juicio

Al entrar en la sala tenía miedo, un profundo y agrio sentimiento de derrota. Conocía cual sería la sentencia si no convencía al juez. Perdería la Licencia para Actividades Artísticas y no podría tocar más en la ciudad, por considerar que sus actuaciones eran actos de “mendicidad” y no una forma de expresar arte.

Sudaban sus manos, su aspecto no jugaba en su favor y sus enormes ojeras malvas insinuaban lágrimas, dolor. Daba pena verlo así de destruido.

El juez leyó el acta de la Guardia Urbana, donde se mencionaba el informe de la actividad del músico desde que solicitó la Licencia. Quedó sorprendido con los detalles del mismo; no sólo conocían su recorrido de terrazas y plazas, sino que también su repertorio, frecuencia… estaba sentenciado.

- ¿Algo que alegar en su defensa? - preguntó el juez- aunque creo que está bastante claro.
- Sí es cierto, he desarrollado la actividad tal y como se describe, pero si me lo permite quisiera añadir algo…
- Hable, le escucho
- No volveré a tocar esa canción, se lo prometo, no me quite la Licencia, no volverá a pasar.
- ¿Y qué le hace pensar que le voy a creer? – interrumpe el Juez - Ha tenido tres años para hacerlo, sin necesidad de ser llegar a esto. Usted ha hecho de Hotel California su pan, sin importarle repetirlo durante todo el día.
- Es cierto. Eso mismo, me dijo, mi pareja antes de dejarme –con la cabeza baja- y créame que si no fuera por esta sala, tal vez, no lo hubiera entendido nunca.
- ¡No estamos aquí para hablar de su vida sentimental! ¿qué tiene que ver con esta vista?
- Todo, Señoría. Si le hubiera hecho caso a ella, no estaría aquí. Ella y la música son lo más importante en mi vida. La perdí por la misma causa, por conformarme con sobrevivir y, ahora, puedo perder también la música. Déjeme cambiar mi historia. Déjeme cantarle La Vie en Rose y buscar las canciones más bonitas para verla sonreír. Déjeme demostrarle con actos que soy un artista, que no quiero ser una máquina que se repite sin pena, ni gloria. Déjeme recuperarla con lo que sé hacer, con mis sueños, con mi guitarra…

-Es suficiente –interrumpe súbitamente el Juez – no siga con su discurso barato. No obstante, debe saber que estaremos pendientes de usted y se si se vuelve a repetir, no voy a atender a alegaciones, ninguna. Desestimo la petición de retirada de Licencia y queda en el Expediente su seguimiento. Puede retirarse.
- Gracias Señoría, muchísimas gracias
- No me las de a mí –con absoluta indiferencia- conocí su caso esta mañana en la radio, por lo visto es bueno en su trabajo. No desperdicie su talento haciendo lo mismo. Venga, empiece cuanto antes, ande con la música a otra parte.

The Eagles - Hotel California - Original