No se equivocaron mis manos cuando
te vieron desnuda
y dándose por perdidas,
escaparon
inocuas, libres, caídas,
por el costado de la cama y su altura.
Perdimos muchas guerras,
cada vez que nos cruzamos,
porque no sabemos amarnos
sin palpar el cuello
y querernos es demasiado parecido a usar un escudo,
así nos perdemos,
enredados.
No se equivocaron mis manos cuando sacudiste
la tierra que ocupo
y lo llenaste de trozos,
marcas discretas tendidas a la palestra de la ventana,
en blanco,
como una camisa recién colgada
en una bandera sin viento.
Cuando los nudos quedan en la garganta
y el estómago vuelca ,
no se equivocan mis manos
cuando en ese preciso instante,
te encuentran,
¿cómo culparlas de este recuerdo?
No puedo hacer nada contra el nervio,
nada que no sea respirar,
rozar tu mejilla,
calmar la pausa
y tomar este minuto como un sueño,
de un trago,
sin reparar en el espacio,
en un segundo infinito que luego me espera .
No se equivocaron mis manos cuando
cuando al dar contigo,
rompieron sin un solo lamento
y con la certeza
de estar tocando el cielo.
Abraham Arvelo
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