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en mis ruedas,
en el drenaje de los sueños,
en las pataletas
y en cada domingo,
te extraño.
En la lluvia,
en las gotas
de vino salpicando la copa,
en cualquier parada
de mi camino torcido.
Fue sencillo quedar conmigo
y vernos
en el abismo de la rutina,
algo por lo que abrir las ventanas.
Fue sencillo
ser una máquina de repetición
y encontrarte,
ver la luz.
Fuera,
no importaron las cuerdas,
los fracasos,
las colas, el paro, los quijotes en las plazas,
los miedos en la radio,
los virus, el humo.
Fuera,
pude venderme como una fruta en el mercado
o una puta del sistema
que tiene derecho a un minuto de paz.
Matizarte en la retina,
no sumergirme,
quedarme en el exterior
y guardar aliento hasta el próximo día.
En eso me centré,
en ese cartel que escribiste en la pared:
Respira.
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