Las puertas cerradas, los muros pendientes de las nubes, los charcos secos e invisibles. Resta poco el verano al otoño y puede que olvide el olvido.
Perder el aliento en una carrera hacia lo que era el principio y ganar otro minuto solitario en la misma esquina. Puedes ir lejos y seguir cerca.
Apagar las luces, mutilar el ritmo, maquillar la soledad con un televisor de plasma y entretener tus sentidos jugando a matar humanos virtuales desde la otra parte del mundo.
Tendremos que resignarnos a estar encerrados.
Si pierdes el aire, si la libertad es menos de lo acordado y el arte se difumina en la acera. Si limitas el sonido e impones un precio para que la música suene.
Si olvidas que el arte callejero es Cultura y que La Laguna suena amplificada por sus artistas callejeros, entonces, no puedo callarme y cambio la poesía por protesta:
Hoy es un día triste donde el Ayuntamiento de La Laguna 'compra' el silencio de los artistas y termina de fusilar lo poco que queda de cultura libre en esta ciudad.
Hoy, día 17 de septiembre, publican en el periódico que es incompatible la música con el horario comercial (que puedes poner una lavadora pero no hacer música) que puedes hacer obras, construcciones, pero no actuar u ofrecer gratis un espectáculo.
No era suficiente atacar a los bares. La calle tampoco puede ser un sitio donde la libertad -del vecino y la del músico- convivan, compartan su espacio, el nuestro.
Soy lagunero y quiero música en sus calles.
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