Camino por cuatro calles, con sus cuatro sombras, con sus incontables mundos acechando detrás de la cortina y los rostros conocidos intercambiando un: ¡Buenos días!
Por la sombra, recopilando mis pedazos, uniendo las piezas que se rompen y recurriendo a sus ojos para no romper en un llanto. Triste, por un día, con el Sol apareciendo a ratos.
Paseo con rumbo (otra cosa es que el viento termine por llevarme a otro rincón) con ganas de quedarme con una porción del mundo que recuerde mi camino de vuelta. Encuentro una fachada rota, una puerta sin fuerza y dos ventanas sin oficio.
Será un problema de la vista -de criterio- que se queda con cuerpo de ruinas en mi costumbre. No siempre he entiendo por qué me parece bello. Será un defecto, una "tara", una costumbre sana de sanar el cuerpo antes de volver a la guarida.
Despierto con la sombra... y me salva.
Okupa, dentro, oculto como un secreto que ahora no puedo esconder. Bendita cruz y locura que se detiene (frente a una pared con marcas) y llega a casa, casi presumiendo:
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